DE RETALES I - 2014


















Como su nombre indica, he realizado este libro, a modo de collage, con fragmentos de textos de Fernando Pessoa  y de mi obra gráfica, aprovechando pruebas de estado y reinventando imágenes a través de su manipulación.
Como soporte he utilizado una agenda Moleskine en acordeón cuyo formato me ha resultado muy cómodo para este trabajo.


Edición: I/I  
















































CARTA DE NAVEGACIÓN - 2014
















   
   



       Dibujo con guache sobre monotipo.
                      +
       Punta seca + aguatinta. -  3 matrices.

       Estampado sobre papel Superalfa de 250 gr.
       Edición: I/I
       Encuadernación: Elena Villa                                                                        

















EN EL LABERINTO - 2013


















Los textos y los grabados han sido realizados por Manuel Ayllón.

Con planchas de fotopolímero. 8 matrices
Estampado en papel Magnani   de250gm

Edición de: 10 ejemplares + 1P/A y 1H/C
Encuadernación: Elena Villa





















































DE REGRESO - 2012




Portada










Los textos y los grabados han sido realizados por Manuel Ayllón.

Con planchas de fotopolímero. 12 matrices.
Estampado en papel Magnani Evorio de 120 gr.

Edición:12 ejemplares numerados, 3P/A y 3H/C



         

      
       Portadilla
                                                                               



                                                                                                         
        Maquetación:Clara Paradinas
        Encuadernación: Elena Villa. El Forn del Arte
                                                                           



Fragmento
Guardas


En la profunda oscuridad

La casa en azul








No recuerdo cuando ni por qué adquirí la capacidad de viajar por el espacio, de poder observar con cierta cercanía objetos, planetas y fenómenos celestiales vedados a los demás mortales. Ni siquiera ahora mismo sabría defi nir con precisión lo que veo y menos aún lo que siento. Es un mundo de sensaciones en el que fl oto y me disuelvo, y lo único que sé con certeza es que mis “viajes” nunca han sido sueños. Son más bien paréntesis en mi vida normal, situaciones en las que me veo inmerso sin saber como he llegado a ellas. Nunca he entendido por qué me ocurre esto, la verdad es que tampoco me preocupa. Todo lo que veo o siento en esos momentos, aunque me asombre, no me causa extrañeza. Yo me dejo llevar, simplemente viajo por esa inmensa estancia cuya realidad me fascina; líneas de luz, puntos de color, lejanas nebulosas y un inmenso mar de negruras intensas. Mis ojos se llenan de imágenes desconocidas mientras mi cuerpo danza involuntariamente, pausadamente. Todo lo que allí acontece podría causarme temor aunque solo fuera por lo insólito de la situación, sin embargo desde el principio me sentí seguro, tranquilo, como si nada malo pudiera ocurrirme dentro de aquella inmensidad.

Pasado un tiempo regreso a la realidad de siempre, como si nada hubiera ocurrido.
Rosa de la noche










Tengo la sensación de que cada vez mis viajes se hacen más largos. Calcular su duración me resulta imposible pues allí percibo el tiempo como una dimensión elástica y variable, capaz de comprimirse o dilatarse hasta extremos inauditos según mi estado de ánimo.

A veces creo haber estado viajando durante largos periodos; semanas, quizá meses. En otras ocasiones, sobre todo al principio, el viaje era como un relámpago que apenas comenzado terminaba. Su duración es algo arbitrario en la que creo que nada infl uye mi voluntad. Estoy allí o aquí, en un mundo o en otro, como si solo un delgado telón les separase, como si solo un paso, un gesto, pudiera hacerme atravesarlo sin saber cuando voy a regresar.

Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que yo no soy totalmente ajeno a este proceso y de que, si bien mi voluntad no infl uye directamente en el comienzo de los viajes, existe un mecanismo en mí que los genera. No obedecen a una decisión racional. El resorte que me proyecta hacia la otra dimensión es más bien un estado de ánimo o, mejor dicho, de desánimo. La causa con exactitud la desconozco y ni siquiera me importa demasiado.

Nunca me he sentido violentado o incómodo por este involuntario transitar que me arranca de mi vida cotidiana. Siempre que llego allí, a pesar de no ser mi mundo, siento este perpetuo viajar como un bálsamo reparador que me ayuda a seguir viviendo.
Óvalo de luz










Sin saberlo hace tiempo penetré entre los amplios bucles de la rosa de la noche y al hacerlo me ví inmerso en otro mundo donde las reglas son diferentes, donde el detalle no existe, donde todo el paisaje me circunda . Estoy en el interior de un inmenso océano sin ninguna referencia a nuestro mundo real y presiento que todo esto no es más que el inicio de un largo viaje, en el que el recorrido realizado hasta ahora es sólo una primera mirada a un extenso e inabarcable paisaje.   

Un paisaje nuevo que poco a poco se va abriendo ante mis ojos y al que he vuelto a retornar en innumerables ocasiones, cada vez con más frecuencia.

Desde que todo esto empezó, la oscuridad y la luz fueron dos fenómenos que no han dejado nunca de impactarme por su intensidad y su presencia. No me refiero a la luz que modela un objeto sino la luz en sí misma, a veces como una atmósfera amable en la que he podido sumergirme, caminar hacia su centro, penetrar su misterio, otras, como un dardo imparable, deslumbrante y temible lanzado hacia el núcleo de la más inmensa oscuridad. Enorme oscuridad profunda y fría que todo lo llena, como un denso fluido en el que todo flotase.

He visto destellos de luz donde solo hay oscuridad. Yo mismo me he sentido en ocasiones como uno de esos cuerpos luminosos que en su caminar por el espacio se van disolviendo lentamente hasta apagarse.
Dardo de luz que abrasa











La situación es tan nueva, el espacio físico en el que me muevo en estos viajes es tan irreconocible, que allí sólo puedo sentirme como un intruso. Sin saber cómo, me he colado involuntariamente en un mundo al que no pertenezco.

De todo lo que allí me he encontrado creo que fue el silencio uno de los factores que al principio más poderosamente llamó mi atención. El absoluto silencio en el que todo ocurre, el absoluto silencio con el que me voy adentrando en aquellas profundidades. Ningún sonido existe, ninguno. Sólo puedo oír o quizás sentir el latido de mi propio corazón.

Es ese silencio total el que en gran medida define el nuevo paisaje. Cuando lo siento sé que acabo de traspasar el umbral de mi mundo cotidiano y me adentro en ese espacio donde todo es un continuo, donde sólo la oscuridad, el silencio y la luz me acompañan. Ya estoy allí, solo, otra vez, completamente solo, flotando, dejándome llevar, inmóvil, solo, contemplando, sin pedir ni buscar explicación a lo que veo y a todo lo que a mi alrededor ocurre.
Casa de las estrellas









El silencio de ese mundo se me ha ido metiendo dentro poco a poco. Desde que todo empezó me he vuelto más callado y taciturno y, desde entonces, mis dibujos se han ido convirtiendo en la crónica del viajero de un viaje silencioso y solitario por este extraño y oscuro paisaje
Como un nido de oropéndola











¿Cómo elegir en este inmenso y misterioso solar el lugar ideal donde alojarme?
Muchas veces durante mi estancia allí juego a dibujar casas en el espacio. Creo que no es sólo un simple entretenimiento, es también una forma de sentirme más seguro, una especie de exorcismo que intenta desterrar cualquier peligro.

La casa como lugar de destino, como toma de posesión del extraño espacio en el que me muevo, como acercamiento a ese perturbador mundo desconocido que me atrae y me asusta
simultáneamente, como refugio en un inmenso solar ignoto pero real.
Por todo esto, yo dibujo mis casas entre estrellas que desconozco, entre las densas negruras que transito, entre los inquietantes paisajes que me envuelven. Pero también lo hago, y no me importa confesarlo, porque a veces mi tranquilidad se rompe y me invade un tremendo desasosiego. Ningún punto de referencia me sostiene, y siento que el vértigo me hace caer. Necesito entonces asirme a algo conocido, mensurable, y en esos momentos sólo mis casas me ayudan a no precipitarme. En ellas me consuelo, me calmo y me refugio; pienso que en ellas me gustaría quedarme cuando todo termine.
Senderos de luz










El viaje como gozo, como huida, el viaje hacia otra realidad que nos enajena y nos limpia; la creación como viaje.

Y al final: el regreso. ¿Pero cómo y cuándo regresar ?. ¿Regresar con destino adónde y para qué?.
Caminos del tiempo










Camino entre luces y sombras, en silencio, en una dirección que desconozco, hacia un lugar en el que antes nunca estuve. El espacio parece infinito y según me adentro en él, me asalta la idea de que es posible que en mi recorrido pueda existir un punto de no retorno.
Esta idea me perturba y me produce sentimientos contradictorios de atracción y repulsa.

Me asusta el pensarlo, aunque reconozco que hay momentos en que no tengo ningún deseo de regresar y la idea de alargar indefinidamente mi viaje me parece seductora. Son esos días en los que la pereza me envuelve y la realidad de lo cotidiano se hace presente como algo tedioso .Creo que este caminar por el espacio se ha convertido en un viaje hacia adentro, una huida y a la vez una toma de conciencia. Cada vez trato de retrasar más el regreso, pues
aunque muchas veces tengo la agobiante sensación de que es un viaje hacia ninguna parte, el discurrir del tiempo allí es en general amable y casi siempre placentero.

Hasta hace poco me he preguntado hacia donde me encaminaba. Ahora esto ha dejado de importarme y con frecuencia me digo a mí mismo: que más da, déjate ir sin saber a dónde.
No hay un destino, no pienses en volver.
Donde todo es silencio







La idea de regresar se va diluyendo. Los viajes se suceden con tanta frecuencia que han perdido su carácter excepcional. Aquí o allí, ir y volver son palabras que ya no tienen sentido dentro de la dinámica en la que me encuentro.

Quizá cuando voy estoy volviendo. Tal vez, mis viajes no sean más que un perpetuo regresar.

POEMA EN NEGRO - 2005


Portada













Con poemas de Andrés Ballesteros.

Aguatinta y punta seca sobre aditiva. 3 matrices
Estampado en papel Super-alfa de 250 gr.

Edición de X ejemplares +1P/A +1HC

                                                                         







He vivido los últimos años
al borde del desierto
mirando la línea de arena amenazante.
He observado su tez pálida
y me ha seducido su hueco aroma.
Su inmensidad me ha acogido
destruyendo el miedo
y ha despojado el largo camino
de sus temblores cotidianos.
He de seguir,
después de que amanezca,
el sendero que quedará oculto entre las dunas.





El eco de la melancolía
arruga mi ánimo,
mientras deshojo la flor de la paciencia.
Enemigos ruidosos
y ubicuos
conspiran contra mi silencio.
Lejos
la ciudad marchita y profunda
me devora
a plena luz del día.







Las apariencias me acechan enemigas
me guardan un rencor que no merezco.
Defiendo mi rincón de esquinas verdes
mi árbol deshojado
mi tos oscurecida.
Oculto mi pasión inexistente.
El tiempo araña mis espaldas
y cruzo una puerta
blanca
y verde.





No recuerdo el momento en que desistí.
Sé que, durante meses,
no cambió la expresión de mi cara,
que mis palabras volaban rápidas
aunque ya inseguras.
Después
los gestos comenzaron a amarillear
los deseos eran suaves
los pasos contados.
Ahora siempre llevo
una breve sonrisa preparada.





DESPLEGABLES - 1987


Dibujo a plumilla

"Buscando en el laberinto de las sombras"

Fragmento